Ven aquí:
mi pelinco,
mi bronquero,
mi extensión…
En perro.
No me cagues
en la alfombra.
Te cuidaré,
siempre de las sombras.
Porque eres mi perro:
mi compañero.
Yo seré tu padre,
tú, mi amigo verdadero.
Seré tu protector,
y tú, mi compañía.
Serás como un tesoro,
mientras dure la travesía.
No dudaré
de tu fidelidad,
tu naturaleza
y tu razón de ser.
Acaso una rareza,
cualidad tan rara en la mujer.
Te amaré,
cada uno de nuestros días.
Te abrigaré,
hasta el ocaso de tu vida…
Y cuando solo
camine nuevamente,
sonreiré con el anhelo
de saber, indudablemente…
que todos los perros
van al cielo.
Siempre serás mi perro
mi confidente,
mi compañero.
Acaso un día,
mi abogado pendenciero
a las puertas de San Pedro.